Caleidoscopio
Diego come un pedazo de su almohada, la saliva esta cayéndose sobre los holanes, descubre cada agujero, hasta que llega a la parte sucia, una gran y enorme mancha, después de unos golpecillos,- Semicomestible- menciona para sí, -jam, jam, jam- dispara la onomatopeya.
Frustración de la mandíbula, no puede comerla de un solo bocado-jam, jam, jam- otra vez, el esfuerzo suelta una pequeña lágrima, error fatal, el rostro no las permite, aún las de mentiras, dañan la imagen de ser fuerte y sólido, por lo que el cuerpo la exilia al barranco: el temible pómulo izquierdo. La gota ve el vacío y cae despidiéndose de Diego, lo observa por última vez y regresa la mirada al suelo, instantes de poder volar, de expandir la materia y soltar unas cuantas células al aire como cántico final.
Peralstalsis, por fin la ración de hoy es digerida, Diego observa su estómago para cerciorarse que ha conseguido calmarlo, -Si- menciona y suelta una risa, coloca su preciado objeto en la estalagmita más alta, no quiere ensuciarlo de nuevo. Voltea hacia el techo natural, y observa los púrpuras mutables, ya que solo tiene que moverse unos centímetros y éstos cambian de matices, es como si el color lo saludara, y Diego le diera permiso para entrar, acercarse a las pupilas, jugar con el iris, y hablar directamente con el cerebro.
Clack, una piedra sucumbió a la gravedad, -Mr Pottacle- menciona Diego, se asegura de que sus dedos la levanten con suntuosidad, - No a diario viene a visitarme- Le replica frunciendo el seño, la ubica cerca de Mr Aclepott, -Desde hace ya tiempo que no hablan entre ustedes, por lo que no he podido tener fuego- toma a los señores y los hace charlar, una chispa y una muesca preparada arde, -Gracias-, Ahora la cueva en la que se encuentra Diego se deja apreciar mejormente, los púrpuras se esconden, dejan que miles de dibujos aparezcan, retándose entre ellos, caras vacías con ojos ciegos, unos con los brazos abiertos y otros sentados, comiendo, respirando, bailando, hasta que la luz vislumbra a otros dibujos durmiendo, Diego los mira con desprecio –Yo nunca dormiré, quien puede dormir habiendo tantos destellos y figuras, no no no-
Pasa un tiempo y la madera escasea, una obscuridad tomaría la cueva sino fuera por un haz de luz que se cuela dentro de dos estalactitas, percibe que los dibujos desaparecen y son nuevamente comidos por los púrpuras. –En fin- dice, se aburre por unos instantes a lo que resuelve deambular por su hogar, recorre unos cuantos metros y al estar cerca del pozo se detiene, abre la boca y comienza a cantarle, sonidos rebotan con precisión sobre la piedra; ondas y ondas y más de ellas con cada nota entonada, conociéndose, mezclándose, frotando el oído, descubriendo la efervescencia de lo que es bello, cadencia, y el último eco se despide.
Recupera el ritmo cardiaco y la postura natural del diafragma, -Cantar cansa, Mr Pottacle- ya ha pasado cierto tiempo, la luz se torna más blanca, se adentra, saluda al viento y baja lentamente, convierte todo en más suave, silencios burbujean desde abajo, una pulcritud impera sobre la frente de Diego, tanto que vuelve a sentarse, relaja el cuerpo.
Los ojos le recuerdan a Diego que debe cerrarlos y poner a trabajar al subconsciente, debe empezar a fabricar sueños,-No no no; no puedo dormir, si tengo un sueño y lo recuerdo ya no podrá volver con los otros, prefiero que existan en mi no descubrimiento que sean fantasmas que visiten mis hemisferios- exclamo dirigiendo sus ojos hacia la luz blanca. –Además esta almohada me otorga los sueños de sus antiguos portadores- Abraza el cojín y descansa el cuerpo sobre su espalda.
Acostado siente como el aire se imnerse, abarcando todo el cuerpo, comienza a liberar un sudor frío, un frio salado, replicas de fragmentarse, dejar sus fantasmas salir y contemplarlos, verlos bailar, comer, retarse, jugar, inclusive dormir, sentir las túnicas con las que visten, observar como los cabellos desprenden un furor al viento, dejarse llenar con la etérea corpulencia, púrpuras de diferentes matices, el aire impera, y las pestañas abarcan un movimiento sutil, uno a uno los fantasmas abren sus ojos, la luz se adentra, un vértigo anunciando vehemencia, Mr Aplecott continua su postura, el pozo sigue absorbiendo sonidos infinitos, movimientos con más frenesí, barcarola y su andante acompañan, uno de ellos dirige la mirada a diego, él siente temblores, el temible barranco se desestabiliza, lágrimas se desprenden, violan la gravedad, suben formando una espiral, llega hasta donde la luz denota entrada, estalactitas comunicándose, el giro se suspende al contactarse con el haz, la refracción de la luz otorga a los fantasmas solidificarse formando arcos, caleidoscopio de emergentes figuras, ahora son ellos los que giran, siluetas vibrando; hasta que una parte del espiral colapsa y se derrama sobre la almohada creando una mancha.
Diego come una almohada, hasta que llega a la parte sucia, después de unos golpecillos –Semicomestible- menciona para sí, -jam, jam, jam,-.