Cierro los ojos, luz de penumbra es aprisiona en las pestañas, observo como las miles de sombras danzan sobre el iris que simplemente es espectador, siento como el peso de los parpados enclaustra cualquier sensación de resplandor o salvación en su defecto, la pesadumbre recorre hueso por hueso, el cuerpo nunca se sintió tan cansado y agotado. El vértigo está listo. Los martillazos son más fuertes.
Una botella de whiskey siendo devorada por mis deseos, nunca pude controlarlos hasta el punto en que me controlaran, y siempre he amado ese dulce amargor con hielos. Veo paredes de mi cuarto con alegría y desprecio, es como un animal que entra en su calabozo sin saberlo aunque el instinto le implore que vuele, quizás no tengo a donde volar y ese miedo es peor.
Rachmaninov se entiende como soberbio en mis oídos, su preludio suena con interesante intención, cierro cortinas que las personas procuran abrir, al prender la vela que esta encima de mi cama siento la energía del fuego en mis ojos, acordes empiezan a sentirse, son como martillazos. Espero a que la noche me cubra, nunca he podido pensar claramente en la luz, resortes de la cama se amoldan al cuerpo, a veces siento que soy tan ligero que el dejar la ventana abierta significaría una huida sencilla, lo que para una amante de lo simple el huir no es opción, escalas armónicas se dejan escuchar con desenfreno, no hay nada más difícil que lo simple, los martillazos de nuevo.
La botella vacía rueda de mis manos al suelo, observo el segundo infinito que es la caída, el crujir del vidrio sobre la alfombra acompaña la música. El aroma del alcohol emerge, el olor es simplemente acorde. Me gustaría estar ebrio definitivamente pero mis pensamientos y la vela encima de mi no me dejan, Rachamaninov rexpone el tema, tan tan tan tan, el vértigo empieza, siento como se desliza a través de la columna vertebral, hormonas desplegando información, silogismos de lo real comienzan a desvanecerse con diálogos a la inconsciencia.
Temo el parpadeo de mis ojos, las primeras sombras comienzan a moverse, la penumbra me ha alcanzado, luz de vela alumbra con más intensidad, tran tran tan tan tan… Espasmos recubren el cuerpo en va y bienes de sobriedad, soy ligero y la ventana está a unos metros. Las notas del piano comienzan a agrandar el vértigo siento como los martillazos se han apoderado de mi pecho, mi voz es tenue he dejado que la música hable por mí.
El vértigo va en crescendo, el vértigo me hipnotiza en pensamientos abstractos. La noche por fin recorre mi entorno, la luz de la vela se ha transformado en solemne, Tan tan tan, las sombras se vuelve más intensas, tran tan tna, las emociones se vuelcan en torbellinos, la conciencia e inconsciencia tratan de explicarse mutuamente, el aroma se vuelve más penetrante, las paredes se tornan hacia mí, El vértigo va en crescendo, el vértigo me hipnotiza en pensamientos abstractos. La noche por fin recorre mi entorno, la luz de la vela se ha transformado en solemne, Tan tan tan, las sombras se vuelve más intensas, tran tan tna, las emociones se vuelcan en torbellinos, la conciencia e inconsciencia tratan de explicarse mutuamente, el aroma se vuelve más penetrante, las paredes se tornan hacia mí, el cuerpo se convierte en un templo de mármol labrado con martillazos hacia la incertidumbre.
Espasmos de sobriedad me hacen recaer y los sueños se hacen más traslúcidos, la inmovilidad del cuerpo es evidente, entelequia quiere salir y debatir sobre la existencia con la obscuridad, tran tan tan, vértigo, alcohol, inconsciencia conciencia, luz y obscuridad son solo el pretexto para el miedo que todos cierran en sus ventanas antes de dormir, Martillazos estrepitosos rugen en mis oídos, el fuego de la vela se ha convertido en incendio, Tan Trann, el silencio se vuelve el maestro de lo simple, cuerpo olvidado en miles de interpretaciones, silogismos hilvanan respuestas que solo llegan a lo relativo.
La ventana se abre con un soplo de viento, la vela se apaga de golpe, cierro los ojos, luz de penumbra es aprisionada en las pestañas, observo como las miles de sombras danzan sobre el iris que simplemente es espectador, siento como el peso de los parpados enclaustra cualquier sensación de resplandor o salvación en su defecto, la pesadumbre recorre hueso por hueso, el cuerpo nunca se sintió tan cansado y agotado. El vértigo está listo. Los martillazos me han sepultado.
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