Todo es aire despues de todo

Parado en una esquina, mi pie apoyándose contra la pared. Intervalos de tiempo corren y paran, como si el tiempo estuviera en tus manos, recuerdo tu silueta recargada en esta misma esquina, donde te levante tantas veces, la conciencia nunca te agrado.

Recuerdo las platicas sobre lo imposible de tener sentido en la vida, los brindis con copas marchitas, el brebaje de saliva y alcohol que empapaban las mesas donde según tu pasábamos los mejores momentos, momentos de frio adentrándose por la puerta mal construida del bar, momentos de desolación donde los pedazos desquebrajados del techo se mezclaban con tus pensamientos, momentos de levantarse y sentir el vértigo antes de llegar al baño, momentos de beber de la botella ya vacía, momentos y más momentos.

El rugir del camión me sobresalta, es extraña esta calle sin luna como testigo, pierde esa sensación de mundo alterno donde los edificios asemejan titanes de múltiples ojos, la intriga de los faros de luz, siempre me he preguntado que alumbraran, sombras caminando como gigantes por las paredes, los sonidos de la música retumbando a través del asfalto. En el día solo es una calle más, atestada de personas caminando todo el tiempo, donde las sombras y titanes son menos importantes que el tiempo de llegada al trabajo.

Prendo un cigarro, el humo siempre te atrajo, lo ponías en un grado de divinidad un grado de nirvana, -Todo es aire después de todo- , cuando nos veías casi perdidos en alcohol te levantabas y a tropezones llegabas al techo, yo solo podía verte, al abrir la puerta de la azotea el vértigo causado por la ráfaga de viento acaba con mi equilibrio. Era divertido y angustiante ver como caminabas por el borde, levantando los brazos en un trance de locura serena, movimientos rápidos armonizando con el tambaleo del whiskey, gritos guturales de intensidad brutal, ecos sobre la noche. Tú moviéndote como el viento.

Escucho una sirena, siempre me ha molestado el sonido, sabes que algo malo pasa, un augurio de muerte. Pasa a toda velocidad por la calle. Es gracioso estar dentro de una, todo es muy brillante, contrastado al semblante sombrío del paramédico al ver tus signos vitales, el chofer cada vez que podía me volteaba a ver y me hacía preguntas sobre que habíamos tomado, me hubiera gustado ser preciso pero la variedad entre cerveza, vino, whiskey, vodka, tequila hasta pulque, es amplia. No paraban de preguntarme mi tipo de sangre que era el mismo que el tuyo, era extraño que todos los instrumentos que utilizaban para cicatrizar tus heridas y curarte sean filosos, pulsantes y peligrosos.

Un tipo con pancarta y folletos me entrega uno: un fondo azul con letras grandes amarillas: Sonríe. Recuerdo como sonreías cuando ya en el hospital el psiquíatra te preguntaba que creías por bien y mal, siempre me ha cautivado cómo los músculos son capaces de expresar sentimientos. Esa sonrisa de aceptación y rebeldía, contra la vida, contra tu estado, contra la ironía, verte perdido y aun así reírte de ti mismo. Después vinieron las tardes de vigilarte, unos minutos sin estar cuidándote significaba suicidio.

Tu funeral fue rápido, el borde de la inconsciencia y su terrible encuentro con la conciencia fue lo que te destrozo. Esa noche quise revivirte con los brebajes con el frio, whiskey, titanes, con los faros, los gigantes, las copas marchitas, la noche, gritos, pensamientos diluidos en ecos, con la brutalidad, con el viento… con el viento.

Al despertar en la acera, y ver esta calle de nuevo es un tanto irónico sabes que lo único que quedo de ti fue esa botella vacía, -Todo es aire después de todo-

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